Tras cruzar el majestuoso ornato de su bella fachada en caoba cubana, el ambiente que nos encontramos en su interior, nos traslada a una época dorada, donde la aristocracia, la burguesía y grupos selectos de intelectuales, convivían en interesantes tertulias sosegadas, donde los clásicos de Espronceda, Duque de Rivas o Zorrilla, se iniciaban en la literatura, y donde la villa avanzaba en su progreso industrial, se respiraba los años del romanticismo en toda Europa.
Azorín, llegó a afirmar que ... - No se puede concebir Madrid sin Lhardy -, y donde la reina Isabel II, en sus salidas fuera de palacio, degustaba alguno de sus deliciosos platos; lugar de encuentro donde acudian solas, jóvenes damas elegantes, en las tertulias al atardecer, algo impensable para la época, entre selectas copas de Tokay, como signo de modernidad avanzada en la sociedad; Lhardy, durante éstos casi 175 años, ha mantenido ese espíritu cortesano y aristocrático hasta nuestros dias, siendo el hijo del fundador y pintor, Agustín Lhardy, el que al mas estilo ambiente parisino de "la Bohème" llevara el mundo mas artístico al restaurante.